
Fic TOLL de lyra
Capítulo 22
Tras explicarle al doctor Bailey que Gustav se había ofrecido a hacerle la guardia de esa noche, y recibir la charla sobre que era la última vez que le hacía la vista gorda y que estaría muy pendiente de él, Bill pudo salir del hospital. Tom le esperaba en el parking apoyado de brazos cruzados en su coche.
Nada más verle se incorporó y una vez llegado a su altura le cogió la cazadora que aún llevaba del brazo colgada y se la puso con una amplia sonrisa. Antes de que pudiera decir nada se apoderó brevemente de sus labios y luego le soltó para rodear el coche y abrirle la puerta.
Una vez los dos dentro, arrancó y tomó la dirección de su piso. Nunca había estado en el, siempre se quedaban en su casa porque estaba más cerca del hospital y esa sería la primera vez que viera como y dónde vivía Tom.
Llegaron a un lujoso edificio y tras dejar el coche en el parking subterráneo, Tom le indicó el camino a los ascensores. Vivía en la última planta, un ático que constaba de un dormitorio, baño y salón con cocina americana.
—Es bonito—comentó Bill quitándose la cazadora.
La dejó sobre el respaldo del sofá mientras que Tom cerraba la puerta y dejaba sobre la mesa de la entrada el portátil que llevaba. Echó un vistazo al salón, acercándose al ventanal que lo separaba de una amplia terraza. Hacía frío y no se atrevió a abrir, pero pudo ver las vistas que le rodeaban. Apoyó la nariz en el cristal y se estremeció al sentir su frialdad.
—¿Estás bien?—preguntó Tom al verle estremecer.
Asintió con la cabeza al tiempo que se abrazaba a sí mismo frotándose los brazos. Sonrió al sentir como el abrazaban con fuerza y unos labios le besaban con suavidad en el cuello.
—¿Quieres algo de comer? Tengo una pizza en la nevera—explicó Tom.
Asintió y se separaron de la ventana. Prepararon la cena entre los dos sin decir nada, escuchando el tintineo de los vasos y la alarma del horno anunciando que su pizza ya estaba lista. Se sentaron en los taburetes que rodeaban la pequeña barra que separaba la cocina del salón y de nuevo cenaron sin decir nada.
Terminaron y tras dejar los vasos usados en el lavavajillas, Tom se volvió y miró a Bill arrugando al frente.
—¿Qué?—susurró Bill sin entender.
—Hemos quedado para hablar y ninguno de los dos ha abierto la boca—comentó Tom.
—Vamos Tom—empezó a decir Bill poniéndose en pie—Los dos sabíamos que esta noche íbamos a hacer algo más que hablar.
Tom se le quedó mirando sin saber que decir, viendo como caminaba en dirección a su dormitorio mientras que con una mano se soltaba la cola en la que llevaba recogido su largo pelo. Apagó la luz de la cocina y le siguió. Entró en el dormitorio y sin decir nada puso las manos en la cintura de Bill y enterró la cara en su cuello gimiendo.
—Te he echado mucho de menos—susurró tras dejarle un beso.
Bill soltó un profundo gemido y cerró los ojos. Había añorado mucho los besos de Tom, sus caricias…su aliento recorriendo su desnudo cuerpo…
Se movieron con rapidez. Las manos de Tom cogieron el borde de la camiseta de Bill y tiró hacia arriba de ella. Bill levantó los brazos y dejó que se la sacara por la cabeza. Luego sintió sus manos sobre sus hombros, descendiendo por su cuerpo hasta llegar a su cintura de nuevo. Sintió que se le erizaba la piel por los miles de escalofríos que le recorrieron el cuerpo. Gimió aún con los ojos cerrados, mordiéndose el labio cuando le sintió manipular su pantalón y tirar de el hacia abajo.
Dejó que le desnudara y girando en sus brazos, sus labios se fundieron en un profundo beso al tiempo que se dejaban caer en la cama de espaldas. Tomando aliento, Bill se acomodó bajo el cuerpo de Tom, que empezó a descender por el suyo dejando tras sus labios un rastros de besos húmedos.
Separó sus labios y soltó un gemido prolongado al sentir la lengua de Tom lamer cada porción de su piel. Arrugó la frente cuando le sintió ponerse tenso y dejar los besos. Abrió los ojos y se incorporó lo suficiente para ver la mirada de Tom clavada en su vientre.
—Tom…no…—empezó a decir, no sabiendo bien como continuar.
—Me enteré demasiado tarde—murmuró Tom pasando una mano por su piel—Vi en la pizarra que ya te habían operado y encima había sido mi mujer. Corrí al baño y rompí a llorar sin poder evitarlo.
—Era un embarazo malogrado, no se pudo hacer nada por…nuestro hijo—musitó Bill.
Tom asintió suspirando. Los embarazos ectópicos eran habituales en padres primerizos. Se abstuvo de mencionar que si las cosas hubieran salido de otra manera, en esos momentos estaría de unos 4 meses y se le empezaría a notar.
Suspiró y agachando la cabeza le besó en el vientre con suavidad. Sintió como Bill ponía las manos en su cabeza y se la acariciaba él también suspirando. Siguió besándole hasta que volvió la pasión y escuchó unos gemidos incontrolados.
Se concentró en lo que estaba escuchando, se fijo un único objetivo: hacer feliz a Bill en ese momento, tratar de olvidar el pasado y superarlo. Empezó a bajar por su vientre, llevando las manos a sus boxers y tirando de ellos hacia abajo.
Bill le ayudó elevando las caderas y dejando que le desnudara. Se levantó de la cama el tiempo necesario para deshacerse de la ropa que llevaba y una vez en la misma condición que Bill, se tumbó con suavidad entre sus piernas separadas.
Sus miradas se encontraron y empezaron a besarse sin decir nada mientras que sus miembros se frotaban. Pronto la habitación se llenó de gemidos y suspiros, que fueron cobrando volumen hasta que los dos estuvieron listos.
Separando los labios de su amado, Tom le miró y hasta que le vio asentir con la cabeza no se preparó para entrar en su cuerpo. Se acomodó encina de él, le estaba rozando la entrada cuando una alarma saltó en su interior.
—Espera…que no me he puesto nada—murmuró Tom buscando con la mirada.
Guardaba una caja de condones en el primer cajón de la mesilla. Estiró una mano con intención de cogerla cuando Bill le sujetó por la muñeca.
—Estoy tomando la píldora—le advirtió en voz baja—Me la recetaron tras lo sucedido, para controlar mejor mis hormonas.
Tom asintió y volviendo a su posición anterior siguió por donde iba. Llevó las manos a sus caderas y las alzó lo suficiente para entrar en su cuerpo con una suave embestida. Le escuchó gemir por lo bajo, pero al cabo de unos segundos se relajó y se acopló a sus movimientos.
Empezaron a moverse con un ritmo lento, que aceleraron cuando la pasión se apoderó de ellos y tras fundirse en un profundo beso, cada uno se derramó gimiendo…
Continúa…
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