
Administración: Disfruten de este nuevo fic de Xim y no olviden dejar su amor en los comentarios 🙂
(One-Shot de Xim_Alien)
«Mi Pervertido Personal»
Como cada noche, en punto de las diez de la noche, el teléfono suena sin parar hasta que me decido a contestar.
Sé que no es Georg, mi novio, su última llamada siempre es a las ocho o nueve de la noche, solo para decirme que descanse, que me ama, y que pasará puntual a la mañana siguiente por mí. No, no es mi novio, él está dormido en este momento en mi cama, cayó rendido después de que lo hicimos. No es él, es Tom Kaulitz, el mejor amigo de Georg. ¿Que cómo lo sé? Bueno, el idiota no sabe cómo desactivar el puto identificador de llamadas, me tomó cerca de un mes para descubrirlo. Ha estado haciendo esto desde hace medio año, desde que salgo con mi novio, desde la fiesta de halloween para ser más preciso, y siempre, cada noche, diario, los siete días de la semana, las cuatro o cinco semanas del mes, recibo su llamada.
—¿Hola? —contesto como si en verdad no supiera de quién se trata—. ¿Eres tú? —pregunto, y como siempre, no recibo ninguna respuesta. Sin embargo, sé qué es lo quiere, así que me acomodo en el suelo de la sala para dar comienzo a nuestro juego—. Bien, no contestes, ¿estás listo?
Las primeras veces me asustaba, simplemente escuchaba su respiración a través de la bocina, y yo no sabía exactamente qué hacer o qué decir, luego, a la cuarta llamada me desesperó, no entendía qué era lo que quería, todas esas llamadas las terminé pasado medio minuto o menos. El quinto día, enojado, le pregunté qué era lo quería, qué era lo que quería conseguir con esas llamadas, estaba hartándome, y entonces empezó a gemir. No voy a mentir, colgué de inmediato. El sexto día intenté quedarme más tiempo, intenté sacarle su nombre, una palabra, no lo logré, aún así, le seguí el juego. Le pregunté si lo que quería era tener sexo por el teléfono, fui directo, así que se lo pregunté con un poco de miedo en mi voz, y él contestó con un jadeo ahogado, como si estuviera masturbándose, imaginándome frente a él. Seguí su juego. Siguió llamando, a las diez de la noche en punto, ni un minuto antes, ni un segundo después.
En día de acción de gracias, Georg y yo organizamos una cena grande para todos nuestros amigos de la universidad, y justo él puso la casa para reunirnos, esa noche estuvo divertida y pudimos compartir de una manera que no habíamos experimentado estando mientras estudiábamos, esa noche su mejor amigo no despegó su mirada de mí, Georg lo notó por supuesto, aún así no me preguntó nada, pero cuando yo sostenía su mirada, él la bajaba enseguida, sospeché que era el pervertido de mi teléfono, así que debía averiguarlo en ese momento que todos estábamos juntos. Aproveché mientras todos estábamos afuera, en el patio, y también que Georg estaba animado con él y Gustav, el tercer amigo del grupo. Entré diciendo que necesitaba ir al baño, Tom me dio instrucciones nervioso y no perdí ni un segundo para llamar a mi celular de su teléfono de casa, lo reconocí en el mismo instante que apareció en mi pantalla, era él. Y solo apareció una pregunta en mi cabeza, ¿No sabe que me aparece su número o es lo que quiere, quiere que yo sepa que se trata de él? No me importó y seguí su juego cada noche, en punto de las diez recibía su llamada, a las diez tenía que estar en casa, de lo contrario, me marcaba a mi celular, y para ser honesto, prefería mil veces hacerlo estando en casa.
—Hoy traigo puestos jeans blancos, una playera blanca, y mis brazaletes. Abajo traigo puesta una tanga negra, a Georg le gusta que me quite la ropa lentamente frente a él, pero ya sé que lo que te gusta es imaginar que tú me la quitas a mí, así que… si quieres, puedes empezar a quitármela. —A pesar de la distancia, ya sabía cómo prender su propia mecha, Tom era el clásico heteroflexible que le gustaba ejercer dominio. Así que se lo dejaba a él—. Estoy acostado en mi cama, puedes quitarme cada prenda como más lo quieras, y quitarme la tanga con tus dientes, puedes lamer mi piel, mordisquear mis pezones, y mis labios, tocar mi trasero, mis piernas, mi abdomen. Toca mi cuerpo, acaricia mis tatuajes, sé que sabes dónde tengo cada uno, así que solo hazlo. ¿Quieres ponerme en cuatro? Lo estoy haciendo, puedes lamer mi agujero, puedes escupir tu saliva dentro, puedes meterme la lengua si es lo que quieres, puedes meterme uno o dos dedos, primero lento y luego ábreme, prepárame porque estoy deseando que me la metas toda. —Para este entonces ya estaba escuchando sus jadeos más y más fuertes, no estamos juntos, aún así, podía sentir su corazón palpitando, podía sentir su lengua, su saliva en mi cuerpo, al igual que sus manos. Lo único que él no sabía, era que su identidad no era un secreto para mí—. Déjame sentirla por favor, quiero que ya me la metas, fóllame y cógeme como sabes hacerlo, hazlo, por favor, sé que quieres ser tú quien me coja, estoy preparado para ti, me tienes en cuatro, sabes que soy tu zorrita, solo tuya.
—Oh —comienzo a gemir con él—, eso, sí, dame más, estoy totalmente a tu disposición, quiero que me des tu lechita, déjala en mi agujero, déjala ahí toda, toda, toda.
Y cuando dan las diez con cinco minutos, la llamada se termina, como siempre desde el sexto día. No dice adiós, no espera a que yo agregue otra cosa, simplemente cuelga su teléfono y la llamada se termina.
Regresé a la cama luego de sonreír y colgar el teléfono, Georg se removió un poco y al sentirme acomodándome a su lado, aprovechó para abrazarme.
—Estás muy frío, corazón —añadió aún dormido.
—Duerme, cielo.
Pero no lo hizo, su mano llegó a mi erección, Tom nunca me deja terminar, he terminado yo solo sin él al teléfono desde que acepté su juego, en parte es mi culpa porque nunca se lo he exigido, nunca le he pedido que se quede hasta que yo también termine, siempre cuelga antes de tener en mi boca las palabras exactas, además, tampoco es como que me martirice, ni me culpe por ese hecho.
Georg me masturba un poco, luego se masturba él mismo y me la mete cuando sabe que estoy listo para recibirla, se mueve de atrás para delante estando a mis espaldas, sus jadeos son fuertes y calientes, me hace olvidar por un instante que Tom acaba de imaginarse haciéndome exactamente lo mismo, así que trato de ponerme en cuatro para él, pero me detiene, y en un momento, siento su disparo, su líquido entrar en mí, y luego me masturba hasta que yo libero mi propio jugo. Lame su mano para atrapar mi semen en sus dedos, mientras que yo hago lo mismo con los hilos que quedaron en mis del momento en el que salió de mí.
—¿Quién llamó? —preguntó besando mi hombro desnudo.
—Número equivocado —contesté besando sus labios.
—Descansa, mi amor —dice besando mi espalda esta vez.
—Descansa.
Cada noche, dormía esperando su llamada del siguiente día.
.
-UN MES DESPUÉS-
Sigo recibiendo sus llamadas, sigo siendo parte de su juego, quiero que siga, por supuesto, pero también quiero que se haga realidad, la idea de estar con el mejor amigo de mi novio me volvía un poco más loco cada día que lo pensaba más. Pensar en lo que estaba haciendo con su amigo, aunque fuera por llamada, aunque se supone que no sé quién es, aunque trate de pensar en algo más, no puedo, es realmente un shot de adrenalina, de excitación, de diversión.
Llego a la cafetería y Georg llega detrás de mí con Tom detrás de él.
—Hola, amor —me saluda Georg y me besa, yo le correspondo y detrás de él aparece Tom, solo me dedica una sonrisa discreta, él piensa que puede engañarme con hacerse el desentendido cuando me llama, sí, de acuerdo, juguemos un poco más.
—¿Quieres que hagamos algo especial esta noche? —le pregunto a mi novio, rodeando su cuello y besando sus labios tiernamente una vez que termino la pregunta.
—No, pero aprovecho para decirte que voy a ir mañana a la fiesta de Bree.
—Bree, ¿quién mierda es Bree? —No, no son celos irracionales, Georg es bisexual, y no tolero que las chicas no sepan que es mi turno con Geo, todas deben saberlo, cada una, y si quieren estar con él, lo lamento, deberán esperar a que yo me aburra de él, y eso no pasará en un buen rato.
—Una compañera de la clase, va a mudarse a Oregon y hará su transferencia.
—¿Y te invitó solo a ti?
—No —dijo mientras rodaba los ojos—, dijo: ve Geo, y traes a Bill, quiero conocerlo. ¿Verdad? —comenzó con un ridículo tono de niña según él, y por último se dirigió a Tom detrás de él aún y este último solo atinó a asentir.
—Bien, iremos. ¿Nos acompaña tu amigo?
—No, no puedo, tengo cosas importantes qué hacer —contestó Tom.
Sí, por supuesto, cómo no lo pensé antes, una llamada programada en punto de las diez de la noche.
—Oh, bueno. Nosotros estaremos en esa fiesta y no nos iremos hasta pasadas las doce de la noche, ¿cierto, amor? —dije acariciando el pelo de mi novio, sonreí porque antes lo llevaba más o menos largo y no me gustaba, pero en cuanto se lo cortó, le dije que sí, que sí quería ser su novio, y empezamos a salir.
—Sí, sabes que te dejo en tu casa a la hora que sea.
—¿En mi casa? Qué aburrido.
—Bill, aquí no, cariño.
—Mierda, me prendes y luego pretendes que me apague como por arte de magia.
—Yo no…
—Cállate. Se me antojó una manzana.
Tom me siguió con la mirada, intenté que no apartara la vista de mi trasero porque mis jeans quedaban un poco abajo, lo suficiente para dejar a la vista de cualquiera mi tanga negra, el negro se me había un color tan sexi, tan elegante a la vez y, pensar en que Tom y mi novio estarían compartiendo la misma vista me hacia sentir un poco más excitado a cada paso. Mi cintura siempre ha sido pequeña, y el cinturón de estoperoles siempre me ha ayudado a que esta parezca aún más delgada, los accesorios negros siempre me han gustado por el efecto visual que causan. Me volví hacia ellos con una manzana en la mano, dispuesto a regresar con ellos, pero entonces pensé que quizás no se estuviera viendo otro punto distractor en mi cuerpo, volví discretamente hacía las ventanas, y sonreí complacido cuando vi su reflejo, mi estrella en mi cadera, y por encima de ella, la tira de mi tanga. No pude evitar sonreír cuando vi, por la misma hilera de ventanas, a más chicos fijándose en mí, las niñas no me veían igual, ellas tan solo se preguntaban cómo diablos podía atraer la atención de sus novios, bueno, soy Bill, esa es una respuesta más que suficiente. Y ellos, podía ver en sus ojos el deseo de tenerme y eso me hacía feliz.
—¿Nos vamos? —pregunté estando frente a mi novio y a su amigo.
—Tengo clase de física —dijo Geo, sacudiendo su cabeza antes de contestar—, nos vemos —añadió y me besó.
Quedamos Tom y yo. Me gustaba muchísimo este chico, pareciendo rudo y a la vez complicado por estar solamente conmigo. Tenía tantas ganas de hacerlo en el baño de la escuela, me descubrí con el corazón a mil, teniendo la fuerte convicción de iniciar aquí mismo, de orillarlo a que me dijera que en cada llamada está él al teléfono.
—¿Y? —empecé.
—¿Y? —repitió.
—No vas a ir a la fiesta de Bree porque…
—Porque tengo algo que hacer.
—¿Como una llamada?
—¿Qué? —preguntó con cierto tono de confusión para hacerme pensar que no sabía de qué hablaba.
—Sé que eres tú. Te lo he dicho, eres tú.
—No sé de qué hablas.
—Acéptalo. Si lo aceptas, podrás hacerme lo que siempre has querido, lo que siempre has soñado. Solo acéptalo.
—No sabes lo que quiero.
—¿Ah no? ¿Por qué crees que me visto así? Sé que te encanta mirar, y ni te atrevas a negarlo. Anda, acepta que eres tú el que me ha llamado para jugar, para imaginar, para hacer lo que no atreverías.
—¿Y? ¿Qué si lo acepto?
—Ya te lo dije, podemos hacerlo aquí y ahora. Me tendrías para ti solito.
—Estamos en la escuela.
—¿No te ha dicho Geo lo que hace conmigo en los baños o en el laboratorio de ciencias?
—No.
—Bueno, tú decides, solo ten en cuenta que se te está parando.
Me dirigí a las puertas dobles de la cafetería y salí contoneando mi cintura como de costumbre, sentí no solo su mirada, si no todas en mi trasero, entré a los baños y justo cuando se cerró la puerta, escuché que volvían a abrirse las puertas de la cafetería al fondo del pasillo. Decidí sentarme en los lavamanos para esperarlo, él llegó y sonreí satisfecho de todo lo que haríamos. Tom cerró la puerta con seguro y sonreí más.
—No debe enterarse Geo.
—Por supuesto que no, ¿crees que soy un imbécil?
—Solo lo digo como precaución.
—Puedes estar seguro de que no diré nada.
—Perfecto.
Se acercó a mí y con miedo, vio mis piernas y luego mis labios, tuve que comenzar yo o él no se animaría.
—¿Te da miedo tocarme?
—Eres de Geo.
—Pero quisieras que solo fuera tuyo, ¿no?
Asintió. Tomé sus manos y lo acerqué a mí, abrí mis piernas y puse sus manos en mi cintura, y luego en mi trasero, me acerqué yo mismo a su cuerpo, atrapé su boca, y un segundo después, entendió que esto estaba pasando en realidad. Me sujetó con fuerza y me cargó así para seguir besándome. Me dejó en el suelo, me hizo quedar de espaldas a él, me hizo levantar el culo y bajó mis jeans un poco, no podía abrir mi cinturón, lo hice yo, bajó mis jeans hasta que pudo ver mi trasero, se acuclilló e hizo a un lado mi tanga para humedecer mi agujero con su lengua. Empecé a hacer ruidos cuando escuché su cinturón, iba a masturbarse, lo sabía, y me incliné aún más con el deseo de ver lo que estaba haciendo, y efectivamente, se estaba masturbando al mismo tiempo que lamía mi trasero.
—Voy a… meter…
No era su miembro, era uno de sus dedos, me hizo hacer gestos de dolor, pero estaba bien, luego metió otro, y me dolió un poco más, pero estaba bien, y luego el tercero.
—Oh por Dios, Tom —exclamé presa del dolor—. Enséñamela, por favor.
Me dejó ver su miembro, era un poco más gruesa que la de Geo, de largo pudiera que fuera lo mismo, pero estaba seguro que era más gruesa.
—¿Resistirás? No tengo lubricante.
—Espera.
Esta vez fue mi turno, me acuclillé frente a él luego de ponerlo con la espalda en los lavabos, le lamí la cabeza, me concentré en ese lugar en el específico y luego introduje en mi boca todo su falo, completo y hasta lo más profundo de mi garganta. Dejé toda la saliva que pude para que me doliera menos.
—¿Listo? —preguntó y asentí, sacándome su verga de mi boca.
—Listo.
—Si te duele, dime y pararé.
—¿Estás convencido de que no lo resistiré?
—Geo y yo somos mejores amigos, yo he visto la suya y él ha visto la mía, así que sé de qué hablo.
—Vaya…
Guardé silenció cuando dirigió su cabeza a mi entrada, me sujeté del lavamanos, hice una mueca de dolor cuando trató de entrar, podía verlo en los espejos, concentrado, viendo su pene en mi entrada, podía verlo cómo trataba de empujar contra mí sin hacerme daño, sonreí.
—Hazlo ya, Tom, cógeme como siempre lo has querido.
Y entonces entró. Solté un alarido, y luego mordí mi propia lengua para callarme, tomó mi cintura con ambas manos y empezó a cogerme, ambos empezamos a sudar, nuestros reflejos en el espejo nos decían todo, reflejaban mi dolor, y nuestro placer.
Con una de sus manos me masturbó y con la otra acarició tanto mi espalda como mi abdomen para llegar a tocar mi pecho y jugar con mis pezones.
—¿Te gusta?
—Oh Tom, me encanta.
Él seguía arremetiendo contra mí cuando sonó mi celular en el bolsillo de mi pantalón, era Georg, lo sabía gracias al tono de llamada.
—No pares, por favor —supliqué.
—Va a llamarme si no respondes.
—¡Mierda! Por favor, no pares.
Saqué mi celular y contesté con la voz más normal que pude. Tom aprovechó para darme con más fuerza y más rápido.
—Hola, amor.
—Hola, bebé. Oye, no puedo llevarte a casa hoy.
—¿Por?
—Porque mi papá tiene algo y tengo que irme ahora mismo. ¿Has visto a Tom?
Sí, me está dando como un maldito loco y estoy que me vengo.
—No, se fue y yo…
—Bueno, no importa, si lo ves dile que me he ido, que lo llamo después.
—Sí, amor, cuídate y besos a tu papi.
—Gracias, amor. Te amo.
—Te amo más.
Finalicé la llamada y volví a concentrarme en el chico detrás de mí y frente a mí gracias al espejo.
—Tengo ganas de follarte la boca y hacer que te tragues mi semen —dijo alargando su mano para acariciar mi labio inferior.
—Podemos hacerlo.
Sacó su miembro de mi cuerpo y cambiamos posiciones, ahora él de espaldas a los lavabos y yo frente a él de cuclillas. Primero fue lento y luego rápido, con fuerza, su cabeza tocaba mi úvula, y el reflejo de querer vomitar se hizo presente en un segundo, la dejó en mi boca un momento hasta que me hizo escupir, mi sudor ya había empapado mi frente entera, al igual que mi cuello. Sentí su semen en mi lengua, mi garganta y en toda mi boca de repente. La sacó de mi boca y por fin pude respirar.
—Métemela por atrás —supliqué.
—¿No te has cansado?
—No, por favor, hazlo, ¿sí?
Volvió a darme la vuelta, se masturbó un poco más antes de meterla en mi agujero, y cuando estuvo bien adentro, arremetió contra mí una y otra y otra vez. Dejé que diera tan duro como quisiera, veía su reflejo y lo estaba disfrutando.
—Pégame —supliqué.
—¿Qué?
—Pégame.
Entonces me golpeó una vez, con miedo o sin estar muy seguro al respecto.
—Sujétame del cuello.
—Por Dios, Bill.
Lo hizo, y fue cobrando seguridad a medida que lo hacía, volvió a correrse ahora en mi interior, y yo exploté en mi propia mano. Cuando reaccioné, luego de que acabó en mí, me vi al espejo, mi maquillaje era un desastre, yo era el resultado de algo que desconocía. Mi siquiera con Geo terminaba así como lo que veía en el espejo. Me dió risa mi propio reflejo.
—¿Se va a repetir? —preguntó acomodándose la ropa.
—Me encantaría decirte que no.
—¿Pero?
—La verdad es que no lo sé.
—¿Al menos te gustó?
—Mírame, ¿crees que con Geo acabo así?
—No lo sé.
—¿No se cuentan todo?
—No, cuando se trata de ti nada sale de su boca.
—¿Era eso?
—¿Qué?
—Era eso, ese es tu deseo por mí, saber qué hace tu amigo.
—En parte, creo.
—¿En parte? ¿Qué hay con lo demás?
—Me gustas, me gustas entero. Tu cuerpo y tu boca, tu culo y tus ojos, tu forma de ser y tu manera de provocar. Me gustas.
—¿Y puedes ver a tu amigo sabiendo eso? ¿Podrás verlo después de lo que pasó aquí?
—¿Y tú?
Abrió el grifo y se mojó la cara, la nuca, entró a un cubículo por papel, se limpió y arrojó la bolita de papel al cesto. Hice exactamente lo mismo.
—¿Se acabarán las llamadas? —continué.
—No lo sé, eso creo.
—¿Quieres que esto se repita?
—Me encantaría, pero no quiero perder a mi amigo.
—Tendremos que aprender a fingir muy bien.
—¿Tú quieres que se repita?
—Sí —contesté convencido.
—Bien, intentaremos.
—Me dijo que te dijera que se fue, que luego te buscaba.
—Bien, cuídate.
Quitó el seguro, abrió la puerta, salió, y nuestras vidas continuaron como si nada hubiera pasado en el baño junto a la cafetería.
F I N
Nunca está de más tener un lemon para leer, ¿a que sí? 😉