
Administración: Xime es una de mis escritoras favoritas, así que me llena de orgullo dejar a su disposición este nuevo fic cortito para nuestro deleite. Que lo disfruten 😉
(One-Shot de Xim_Alien)
«En la boda de Georg»
Tomé el celular y llamé a Bill antes de salir de casa, Heidi ya estaba lista con su vestido rosa fiusha, sus tacones del mismo color y yo solo pensaba en lo enojado que estaría Bill.
—¿Bueno? ¿Ya estás listo? —preguntó sin dejarme comenzar con la disculpa que tenía en mente.
—Bill, perdóname.
—¿Qué? ¿De qué, mi vida?
—Heidi va.
—¿Qué? Me dijiste que buscarías algo para pelear con ella y que solo seríamos nosotros. Tom, tú lo prometiste.
—Lo sé, perdóname, no pude y ya está lista.
—¿Sabes que Georg puso las cortinas en el salón para nosotros? Igual que aquella vez. ¿Te acuerdas?
—Bill, por favor, perdóname, no pude hacer nada para que se enojara.
Los dos nos quedamos en silencio en el teléfono, luego él finalizó la llamada, y yo me quedé ahí, con el corazón apachurrado y una lágrima saliendo de mis ojos, junto a la barra de la cocina, con la corbata desatada, esperando a que Heidi saliera del baño, esperando para poder irnos de una vez. No me gustaba hacerlo enojar, no me gustaba cómo se sentía el romper una promesa, faltar a mi propia palabra, pero había hecho todo para pelear, había buscado hasta el pretexto más tonto, y aunque ella seguía disgustada por el último comentario que hice hacia sus pies en la última alfombra roja de un evento al que asistimos, me aseguro que que estuviera listo antes de salir porque quería grabar un video y subirlo a su cuenta de Instagram.
Sin exagerar, pensaba que aún tenía la oportunidad para hacerla rabiar lo suficiente como para que me dijera que fuera yo solo, que ella no haría y así, Bill y yo estaríamos en paz, detrás de esas cortinas de vez en vez.
—¡Estoy lista! —dijo llegando a la sala, con una cartera plateada y una rosa—. ¡Sonríe!
En cuanto la miré, me di cuenta de que ya estaba grabando, a veces no soportaba cuántos videos podía grabar en un solo día, y lo peor era darme cuenta que no me pasaba lo mismo con Bill, él podía grabar los que quisiera y jamás iba a sacarme de quicio como lo hacía ella.
Para cuando terminó de grabar, el rostro de ambos regresó a ser el de siempre, inexpresivos y cansados.
—¿Cuál creés que me va mejor? —preguntó de repente, haciéndome volver a ella confundido.
Levantó a la altura de sus hombros ambas bolsas, una en cada mano, y ahí estaba, mi oportunidad de ser un verdadero y maldito hijo de puta sin modales ni respeto hacia su propia esposa. Si mi madre me escuchara, apuesto que me vería, y con eso, tendría para que yo le pida disculpas, de lo contrario, mi madre me pagaría igual que como cuando era un crío y la desobedecía.
—El rosa ni siquiera va ya con tu edad.
Los dos nos quedamos callados, ella ni siquiera supo qué cosa hacer, qué cara poner, qué decir o cómo maldecirme, la vi tomar una bocanada de aire que luego soltó lentamente por la boca en forma de un soplido suave.
—Vete a la mierda.
Creí que había funcionado, iba a tomar mi celular para llamarlo nuevamente y darle la noticia, sin embargo, salió hacia la cochera y escuché la puerta del auto cerrarse, no me quedó otra opción más que salir también, subir al auto, y emprender la marcha hacia la iglesia.
En el camino no dije nada, ni siquiera ella, no fue sino hasta que llegamos a la iglesia, los dos bajamos del auto, todos nos vieron llegar y comenzaron a saludarnos, nosotros sonreímos y nos comportamos como la pareja más enamorada del momento, tal y como actuábamos ante las cámaras.
De repente, nuestros amigos se apartaron de nuestro camino, pues aún no llegaba Sussane y Georg temblaba como un perro Chihuahua, al fondo, estaba Bill, comportándose de igual manera como cuando laa cámaras lo enfocan junto a un chico, hoy solo estaba junto a Alex, el tipo que contrató en lugar de Lena para que hiciera sus mismas funciones de asistente. Andreas estaba también junto a él, y en cuánto me miró, sonrió como si estuviera diciéndome cuánto sentía que yo estuviera presenciando esto. Solté la mano de Heidi, me acerqué a Bill y le pregunté si podíamos hablar, él sonrió y tocó el brazo de Alex para excusarse de que se iría un minuto. Los dos entramos a la iglesia, y nos quedamos junto a la puerta para estar al tanto de lo que pasaba afuera.
—¿Es mi castigo? —pregunté.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Que estés coqueteando con Alex, imagino que es parte de mi castigo.
—Sí, si lo quieres ver de ese modo, es un castigo.
—Puedo reprenderte por eso, ¿sabes?
—¿Por qué? Tú fuiste el que me hizo una promesa, tú fuiste el que la rompiste y ahora, ¿el reprendido debo ser yo?
—Sí, yo también, pero no puedo dejar que me insultes de esa forma.
—Ella está aquí, en algún momento va a besarte y tú la besarás a ella, como siempre ocurre cuando están juntos.
—Perdóname, le he dicho tantas cosas para que enoje y nada funciona.
—¿Cómo cuales?
—Le dije que está vieja para usar rosa.
—Oh por Dios, no sentiste la necesidad de pedirle perdón de inmediato.
—No, me mandó a la mierda y luego se subió al auto. Ayer le dije que su pelo ya no tenía arreglo, hace tres días me estaba montando y le dije que faltaba poco para que ya no se me parara con ella, aún así siguió brincando encima de mí. Odio ver su cara en esa posición.
—¿Por qué no la terminas?
—Necesito atraparla engañándome para que la prensa no termine conmigo. Ya habíamos hablado de esto, mi amor.
—Sí, lo sé.
—¿Me perdonas?
—Sí, está bien. Pero ahora no vamos a poder escaparnos.
—Siempre lo logramos, mira, en este momento no se te antoja hacer algo en este edificio.
—No, es un lugar sagrado, ¿qué tal si hacemos algo y nos cae una maldición y empieza a irnos mal en todo?
—Oh, bebé, vamos, juguemos a que soy el padre y tú un pecador —solté la idea en su oído.
—Tom, nos vamos a ir al infierno.
—Sí, nos iremos porque estamos haciendo cosas que no deberíamos desde que tenemos diecinueve años, si hacemos esto no creo que haga una diferencia.
—¡Es una iglesia, Tom!
—¿Y? ¿No se te antoja confesarte de todos tus pecados? ¿No quieres arrodillarte y hacer una penitencia?
—Eres un idiota —admitió sonriendo.
Me empujó del pecho hacia el confesionario junto a nosotros, gracias a Dios estaba vacío, él entró de un lado y yo del otro, abrí la pequeña madera dejándolo tener vista de mí por las perforaciones que formaban una cruz.
—Ave María purísima —dije con voz seria.
—Sin pecado concebida, padre —dijo él, al borde de la vergüenza.
—Vamos, hazlo —lo animé.
—He pecado —continuó.
—Dime qué has hecho.
—Deseo a mi hermano, sé que está mal, pero es algo que no puedo evitar, padre. Lo deseo desde hace mucho tiempo, hemos tenido eso que solo los casados hacen, hemos fornicado pero sé que él me ama y yo lo amo a él.
—¿Te arrepientes, hijo mío?
—No, no me arrepiento de desearlo, no que me ame cuando estamos solos.
—Cuéntame de qué forma lo deseas.
—Siempre, a cada minuto pienso en él y en mí, estamos juntos y deseo que me bese, que me abrace, que encontremos un lugar donde podamos hacerlo hasta que nos cansemos, que solo sea yo con quien se corra. Cuando estamos juntos, quiero que me haga el amor de inmediato, que acaricie mi piel y que me haga sudar, gemir y gritar su nombre y hacerme olvidar el mío, quiero que me la meta hasta el fondo, que me rompa en dos, que me ayude a alcanzar el orgasmo y que solo seamos nosotros hasta que amanezca.
—Sí, entiendo, pero ahora debes arrepentirte.
—¿Y si no quiero hacerlo, padre?
—Bien, te diré qué podrás hacer. Ven aquí, ven conmigo, hijo mío.
Lo escuché salir del compartimento y en un segundo ya estaba entrando al mío.
—Dígame qué hacer —ordenó con ojos tristes.
—Ven aquí —dije dando un par de palmaditas en mi pierna derecha.
Él se sentó y así nos besamos, luego abrió sus piernas a cada lado de las mías y luego de un minuto estar besando su boca, dije lo siguiente:
—Arrodíllate, y pide perdón.
Él se arrodilló de inmediato, sonrió y masajeó mis piernas.
—¿Quiere que le muestre antes cómo y cuánto deseo a mi hermano?
—Sí —dije sin voz.
Abrió mis pantalones despacio, bajó un poco mi bóxer y liberó mi erección.
—Ya la tienes dura.
—Se me pone así cada vez que te veo.
Él sonrió y la tomó con su mano envolviéndola, la engulló y la metió en su boca hasta la base, así hasta que se cansó, volví a verlo y lo vi de pie, abriendo sus propios pantalones y bajando su boxer, era su turno de estar encima de mí.
—¿Está listo para saber hasta dónde soy capaz de desear a mi hermano?
—Enséñame —gruñí.
Él se sentó en mi erección, frente a mí, dejándome ver su gesto inicial, y luego el reflejo de su inminente orgasmo, no había arrepentimiento en esa cara, en sus gemidos, en su reflejo de cuando lo hacíamos en casa, en la piscina, en el jardín, en los camerinos, en el confesionario de una iglesia.
—Te amo —dijo sin detenerse, dando brinquitos sobre mi verga dura, a punto de estallar y de dejar mi leche en su interior.
—Voy a correrme, amor —avisé.
—Espera, quiero esta vez probarla, quiero que me la des.
—Entonces enséñame tu lengua, gatita.
Él se levantó de mis piernas, se arrodilló, sacó su lengua y terminé luego de masturbarme solo un poco, dejé mi leche en su lengua, y él limpió mi pene de toda gota.
—¿Quieres la mía?
—Sí, todo padre necesita conocer el pecado de ambos involucrados.
Y entonces tomé su barbilla y lo besé, luego él se masturbó un poco y liberó su leche en mi boca también. Los dos sonreímos, y con una mirada, nos dijimos que debíamos salir y reunirnos con los demás.
—Vamos a necesitar un chicle o algo —dijo de repente y los dos nos reímos.
—Espero que a Heidi no se le ocurra besarme.
—Si a mí me dijeras que estoy lo bastante viejo para usar rosa, no te besaría en años.
—Eso espero, aue quiera volver a besarme nunca.
Los dos salimos y Andy fue el primero en vernos de arriba a abajo, lo supo de inmediato, era nuestro mejor amigo después de Georg y Gustav, pues él casi nunca estaba con nosotros, aún así, lo sabía todo, todo, todo.
—Chicos, me acompañan a conseguir algo para Sussie —nos dijo y nosotros lo seguimos hasta su auto.
—¿A dónde necesitan ir para que se laven la boca?
—Oh por Dios —exclamó Bill tapándose el rostro.
—¿Tan obvios fuimos?
—Nadie se dió cuenta de en qué momento se alejaron, y yo noté que fue suficiente tiempo para que hicieran de todo.
—Joder, bueno, no sé, necesitamos cepillo de dientes y pasta dental.
—Bien, por acá hay un minimarket.
Nos dimos prisa, volvimos a la iglesia, Sussane llegó luego de un minuto, la ceremonia empezó, Bill se sentó con Alex y yo junto a Heidi, él lloró un poco, sabía que todas esas declaraciones a los medios de querer casarse eran verdaderas, yo no podía darle una boda como esta, pero estábamos casados simbólicamente, lo habíamos hecho hace poco más de diecisiete años. Fue lindo, especial, nosotros dos en un viaje a Italia, por eso amamos tanto Italia, se convirtió en nuestro paraíso personal.
Georg y Sussane se casaron, la ceremonia terminó y nosotros los acompañamos hasta donde sería la recepción, un salón de vidrio, hermoso y con la cortinas y luces rojas que Georg había prometido como chiste personal del pasado, estaba todo preparado, y aunque Heidi se encontraba ahí, no sería fácil pasarla como en verdad deseábamos.
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En cuanto llegamos, los dos nos dirigimos a los baños, había pasado tiempo y los dos necesitábamos usar el servicio. En cuanto salimos para lavarnos las manos, los dos nos miramos al espejo, él arregló mi cabello de la forma en la que más le gustaba a él, y me dedicó una sonrisa, yo en cambio, besé sus labios para luego desatar su corbatín, desabotoné el primer botón y besé su cuello.
—Te amo, amor.
—Y yo a ti.
Durante la fiesta, luego de unos tragos, Tom me miró mientras le daba una calada a su cigarro, enseguida sentí esa electricidad recorrer todo mi cuerpo, Heidi decidió grabarnos mientras cantábamos y bailábamos un poco, no dudé en que lo publicaría en sus redes, me pregunté qué haría si Tom y yo decidimos hacerlo detrás de esas cortinas y ella nos graba por accidente porque no sabía nada, ¿lo subiría a su cuenta de Instagram? ¿Lo usaría para chantajear a Tom? ¿A ambos? ¿Qué haría con un video de nosotros teniendo sexo o besándonos? ¿Qué haría si descubre que en realidad a quien ama es a mí y no a ella?
—Ven —pidió Tom cerca de mi oído, tomó mi mano, y yo con el alcohol ya en mi sangre, lo seguí como una adolescente emocionada y enamorada de seguir a su chico guapo a donde quiera que él me llevara. Así me sentí. Y fuimos detrás de las cortinas, las luces rojas eran fabulosas, me hicieron pensar en todo lo que podíamos hacer en ese lugar de no tener a medio mundo aquí con nosotros, sin embargo, ambos nos arriesgamos en la iglesia, y eso iba a llevarlo conmigo hasta la muerte.
—Quiero pedirte algo —dijo luego de besar mis labios.
—¿Qué cosa?
—Vuelve a casarte conmigo.
—¿Qué?
—Renovemos nuestros votos y eso, como hace diecisiete años.
—¿Me lo pides en serio?
—Sí, por supuesto, te lo pediría cada año porque pase lo que pase, no voy a dejar de amarte. Siempre juntos, Bill.
—Sí, siempre juntos.
Esta vez fui yo quien atrapó su boca, quien comenzó un beso apasionado, quien metió las manos dentro de sus pantalones, quien deslizó sus dedos por su cabello suelto, quién enredó sus brazos por encima de sus hombros, quien lo llevó hasta el auto y dejamos a los invitados, a los novios y a su esposa en la recepción de la boda.
Luego de unas horas, en medio de la madrugada, Tom me besó y se fue, no sin antes prometerme que su corazón y su mente, estarían llenos de mí.
F I N
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