
Fic TOLL de lyra
Capítulo 4
Los días pasaron y sin que Bill se diera cuenta, él y Tom se habían hecho novios. En el hospital nadie lo sabía, solo Georg y el maldito Andreas, al que tuvo la desgracia de tener que verle cada día cuando fue asignado al doctor Bailey. Era un capullo, le gustaba soltar algún comentario comprometido y le echaba unas miraditas de arriba abajo que Bill odiaba.
Pero por las noches se le pasaban todos los males. Tom iba a su casa y se quedaba con él hasta que amanecía. No iban juntos al hospital para no levantar sospechas, aunque Gustav al final se terminó enterando. Fue de una manera un tanto peculiar…
Bajó a la cocina a desayunar y vio como Tom cogía en sus brazos a Bill y le sentaba sobre el mostrador, apoderándose de sus labios con un hambre voraz.
—Espero que luego lo limpiéis todo—comentó como si nada.
Bill y Tom se separaron, viéndole entrar en la cocina y ponerse a desayunar a su lado como quien no quiere la cosa.
Al menos, no tenían que fingir cuando estaban los dos en la casa. Tom ya no sabía que excusa inventarse cada vez que se cruzaba con Gustav, lo de que le estaba dando a Bill clases particulares….eso no se lo creía nadie…
Las cosas no les podían ir mejor a los dos. Bill era un excelente médico y Tom le colaba en las mejores operaciones cada vez que podía. Muchos le felicitaron, incluso su padre…
Más bien fue por casualidad. Bill tuvo que subir a verle por un caso especial y cogiendo aire llamó a la puerta de su despacho. Jörg Kaulitz ya no se dedicaba a operar, desde que tuvo un problema en una mano solo se dedicaba al papeleo del hospital, y a dar clases en la facultad.
Se quedó muy sorprendido de ver entrar a su hijo. Apartó la vista del ordenador por unos minutos y le estudió con atención. Hacía unos meses que no le veía, a pesar de trabajar los dos bajo el mismo techo. Su aspecto seguía siendo el mismo, muy llamativo. Al menos, no iba tan maquillado como le gustaba y llevaba el pelo recogido en el hospital.
—¿Estás ocupado…papá?—preguntó Bill con timidez.
—No, pasa—contestó Jörg.
—Necesito tu firma, es para un transplante de pulmón—explicó Bill tendiéndole los impresos.
Jörg los cogió y firmó inmediatamente devolviéndoselos. Vio como su hijo se quedaba en silencio mirándole fijamente.
—Hasta aquí solo me llegan buenas palabras acerca de ti—comentó Jörg recostándose en su silla—Por lo visto eres uno de los mejores médicos.
Bill asintió en silencio, ya sabía que sus jefes hablarían de él con su padre, como si se sintieran obligados por el mero hecho de ser su hijo…así le hacían un poco más la pelota, y eso lo odiaba con todas sus ganas…
—¿Algo más?—preguntó alzando una ceja.
—No—contestó Bill con rapidez.
Dio media vuelta y salió de su despacho. Bajó a urgencias y le entregó los papeles ya firmados al doctor Bailey. Entonces tuvo unos minutos libres que aprovechó para ir al encuentro de Tom.
Le encontró tomándose un café con un colega, pero en cuanto le vio se disculpó y fue hacia él. Entraron en la habitación que usaban para descansar cuando estaban de guardia, y al ver que no había nadie se fundieron en un beso sobre una de las camas.
—Bill, ¿qué te pasa?—preguntó Tom cuando sus labios se separaron.
Se llevó una mano a su labio y la retiró viendo en sus dedos sangre.
—Me has mordido—dijo sin creérselo.
—Lo siento—se disculpó Bill enterrando la cara en su cuello.
Tom se puso tenso al sentirle sollozar por lo bajo. Le abrazó con fuerza y le acunó en sus brazos mientras le besaba el pelo.
—¿Me lo cuentas?—preguntó en voz baja.
—He visto a mi padre—contestó Bill contra su piel—Tenía que firmarme unos papeles… ha sido todo tan frío, era como si yo no fuera su hijo…
Tom arrugó la frente preocupado. No sabía que había pasado realmente entre Bill y su padre para que se trataran de esa fría manera. Con el tiempo se lo podría preguntar, cuando hallara el momento oportuno…
—Tuvo una aventura—confesó Bill en un susurro.
Y ahí estaba el momento. Bill necesitaba desahogarse y Tom era la persona ideal.
—Yo tendría unos 5 años, estuvo con esa mujer casi un año hasta que se enteró mi madre. Pidió el divorcio de inmediato, pero mi padre le suplicó una segunda oportunidad por mí, decía que era muy pequeño, que debían intentarlo al menos… pero no funcionó y cuando cumplí los 7 el divorcio ya era definitivo…
Dejó de hablar para coger aire, acomodándose mejor sobre el cuerpo de Tom.
—Nos abandonó a mí y a mi madre, nos fuimos a vivir los dos solos a la casa en la que ahora estoy, era de mis abuelos y en ella había crecido mi madre. Trabajaban los dos juntos en este mismo hospital, hasta que mi madre no soportó el verle todos los días tonteando con las enfermeras y pidió el traslado. Me llevó con ella, y cuando terminé la carrera casi le da algo cuando nos enteramos que este hospital me había aceptado. Nunca sabré si fue por casualidad, o mi padre tuvo algo que ver…
—¿Nunca le volviste a ver, en todo ese tiempo?—preguntó Tom sin dejar de frotarle la espalda.
—Llamaba con frecuencia a casa para ver que tal estaba, hasta que se casó de nuevo y formó su propia familia, de la que yo no formo parte. Sé que tengo una hermana pequeña, pero ni idea de cómo es…
—Tu padre tiene una foto tuya en el despacho—dijo Tom como si eso fuera una señal de amor de padre.
—Si, es lo que me parece muy raro. No me quiere tener delante, pero no se deshace de ella—murmuró Bill incorporándose—Creo que no lleva bien que sea gay. Cuando entré en su despacho me echó un buen repaso, hará unos 3 años vine a hacerle una visita porque estaba en Berlín por casualidad, y casi se desmayó al verme.
—¿Por qué?—preguntó Tom extrañado.
—Tú me has visto más…modosito, por así decirlo—dijo Bill logrando sonreír—Pero suelo ir maquillado y con las uñas pintadas de negro. Me gusta llevar el pelo largo y suelto, y hubo una temporada en la que me hice unas rastas blancas…
—Yo también he llevado rastas—comentó Tom sonriendo—Y rubias, me teñí de moreno cuando me hice las trenzas.
Bill le miró con los ojos llenos de lágrimas sonriendo ampliamente. Tom llevó una mano a su mejilla y recogió una lágrima que le bajaba por ella.
—¿Mejor?—preguntó mientras le acariciaba la espalda.
—Me ha ayudado hablarlo contigo—contestó Bill asintiendo.
Tom sonrió y tras besarle brevemente en los labios le ayudó a ponerse en pie. Esperaron unos minutos hasta que las mejillas de Bill se secaron y no estuvieron tan sonrosadas y entonces salieron de la habitación, dirigiéndose cada uno a una planta distinta del hospital. Tom tenía una operación y a Bill le habían encargado suturar en urgencias.
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Esa misma noche Tom se llevó a Bill a cenar. Fueron a un restaurante y se pasaron algo con el vino, al menos Bill. Tras el día que había tenido lo necesitaba con urgencia.
De regreso a la casa se metieron bajo las sábanas e hicieron el amor de mil y una maneras. Al día siguiente se despertaron en el suelo de la habitación de Bill sin saber como habían llegado allí.
Se levantaron sin dejar de reír por lo alto, sin importarles estar desnudos. Hicieron la cama entre los dos y mientras que Bill se vestía sonó el móvil de Tom. Le vio cogerlo pero apagarlo sin atender la llamada con la frente fruncida.
—¿Pasa algo?—preguntó preocupado.
—No, nada—contestó Tom con rapidez.
Dejó el móvil sobre la mesilla y abrió el armario de Bill. Como amanecía en su cama casi todos los días, había dejado algo de ropa. La que llevó la noche anterior olía a humo y la camisa estaba algo manchada de vino.
Escogió una camiseta roja, sonriendo al ver que era la que llevó la primera vez que hicieron el amor y se la puso suspirando. Bajaron a desayunar y luego Bill se fue al hospital con Georg y Gustav y Tom lo hizo en su propio coche.
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Durante el día encontraron un momento para verse, ya fuera a escondidas o a la hora de a comida. Quedaron en ir al cine esa noche, Bill libraba y a Tom le debían una guardia.
Pero en el último momento reclamaron a Bill y a Tom no le quedó más remedio que esperarle en recepción. Se sentó en una de las incómodas butacas y encendió el portátil. Adelantaría algunos casos mientras esperaba, sabía que podría retrasarse y ya daba por perdido lo de ir al cine.
Casi media hora después escuchó el timbre del ascensor y alzó los ojos del ordenador. Bill salía de el frotándose la cara con ambas manos. Llevaba la cazadora colgada de un brazo y Tom apagó el ordenador y lo guardó.
—¿Problemas?—preguntó mientras le ayudaba a ponerse la cazadora.
—Han perdido el informe de mi paciente, me ha tocado escribirlo de nuevo—contestó Bill bostezando.
—Ya no nos da tiempo ir al cine, ¿te apetece ir a tu casa y meternos los dos juntos en la bañera?—preguntó Tom alzando una ceja.
—Tú y agua caliente, nada mejor para relajarme—dijo Bill suspirando.
Tom sonrió y se apresuró a recoger sus cosas al tiempo que escuchaba gemir a Bill. Se le quedó mirando, viendo como se llevaba una mano al estómago.
—¿Estás bien?—preguntó preocupado.
—Llevo unos días con dolor de estómago…como si estuviera revuelto—explicó Bill.
—Habrás cogido frío—murmuró Tom no dándole mayor importancia.
Le vio asentir y terminó de ayudarle a abrocharse la cazadora, llevando la mano a su mejilla y acariciándosela con suavidad. Alzó la mirada cuando escuchó el eco de unos tacones. Había entrado una mujer morena con un abrigo de piel y en ese momento se dirigía hacia a ellos con una amplia sonrisa. Se giró y la miró frunciendo el ceño, iba directo a ellos y no tenía tiempo de darle a Bill una explicación.
Se volvió a girar y tomando a Bill del brazo le hizo mirarle.
—Bill, lo siento mucho—susurró tragando con esfuerzo.
Bill le miró sin entender, le iba a preguntar a qué se estaba refiriendo cuando les interrumpió una voz de mujer.
—Hola Tom.
—Allyson—dijo Tom mirando con odio a la mujer que tenía delante—¿Qué haces aquí?
—Lo sabrías si me cogieras el teléfono, llevo todo el día llamándote—contestó la mujer sin inmutarse.
Bill los miraba sin saber de que estaban hablando, hasta que la mujer se dirigió a él y se presento.
—Hola, soy Allyson Trümper—dijo tendiéndole la mano.
—¿Trümper?—repitió Bill sin entender.
—Tú debes de ser el que se está tirando a mi marido…
Continúa…
Y la gran escenita, en este video:
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