Creo en ti 3

Fic Twc de Lyra_acuario

Capitulo 3: Creer es amar

-Un mes después-

—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro!

Bill jadeo y levanto el frasco en lo alto. Todos abrieron sus ojos como platos y Georg se acerco al menor, arrebatándole el frasco de durazno.

—Joder ¿estás loco?

Bill cruzo los brazos su pecho y golpeo el suelo con su pie. Miro fijo a su compañero.

—Quiero un durazno y el maldito frasco del demonio no me quiere.

—de hecho Bill, no creo que alguien quiera que lo maten ¿o sí?— bufo el bajista. Bill torció los ojos.

—¡los duraznos ya están muertos!

—Es lo mismo, boy.— cortó el mayor. Girando la tapa y abriéndola. —A que eres niña. Estaba fácil.

Bill movió sus labios en un: Jódete. Y le arrebato el frasco a su compañero. Casi se resbala cuando el tourbus dio sobre un bache. —Auch.

—No te caigas, que el piso no es suave.— dijo Tom entrando. Bill lo vio de reojo e introdujo unos dedos sacando una bolita naranja. La trago completa.

—Nadie te va a quitar ¿sabes?— dijo Gustav. Bill se encogió de hombros. La verdad, la había comido entera era porque no quería hablar con Tom. Hacía días que sus conversaciones giraban a escasas palabras. —¿Cuánto falta para llegar a Munich?

—No lo sé. Pero ya me duele el culo de estar aquí.— respondió Tom. Dejándose caer sobre el sillón. Todos suspiraron. Había dos tourbus, pero por el día Georg y Gustav se pasaban por el de los gemelos.

—¿nou cherien un pocho de chesto?

Todos miraron a Bill con la ceja levantada. El moreno escupió la pepa en el cenicero.

—Puaj. Se te sale lo hombre de vez en cuando.— Bill piso fuerte a Georg.

—Dije, que si no quieren un poco de esto.

—¿y lo dijiste en chino?— pregunto Gustav.

—Que va, el chino es entendible con eso.— contesto Tom. Todos rieron. Bill los fulminó y tomó la tapa de su durazno.

—Jódanse. Me los comeré yo solo.

—Y que te falta.

Bill golpeo de nuevo a Georg. Y abandono la pequeña sala. Todos rieron, Georg se froto su pie. —Tiene fuerza en las piernas ¿saben?

Bill llevo sus manos a su panza. Mientras se sentía satisfecho, miro el techo. El tourbus daba ligeros saltos, y su estomago se estaba revolviendo. Cerró los ojos. La verdad, ya no sabía cuántas veces se había aislado. Pensó en la droga, en lo bien que lo hacía sentir cuando estaba solo. Bill acabo por gemir y cubrir su rostro con la almohada.

—¿Bill?

El menor deseó con todas las fuerzas de su alma, que esa voz no fuese la de Tom.

—Se que no estás dormido.

Bill suspiró y bajó la almohada. —¿Qué pasa, Tom?

—Eh… ¿estás bien?

—Por supuesto.

Tom se encogió de hombros, se había recargado contra la pared y sus manos estaban en sus bolsillos. Bill lo vio fijo, sus rastras y su piel brillante. Trago saliva y se acomodo en la cama. —¿Cómo estás?

El mayor rio. —Bien. Estoy bien. No es como si me fuese a pasar algo.

Bill se encogió de hombros. —¿y ella? ¿Cómo te va con ella?

Tom no le iba a decir que había terminado con ella. No sabía porque no lo hacía. —Da mucho trabajo.

—Eso es bueno.— dijo Kaulitz menor. —Así no piensas.

—¿tu quieres que no piense?

Bill se arrepintió de sus palabras. —Yo… eh…

—Olvídalo.

—Cuando trabajo mucho… no pienso.

—¿por eso te sobre esfuerzas?

El moreno sonrió. —Amo mi carrera Tom. Me esfuerzo porque me nace.

Pasaron unos minutos de absoluto silencio. Tom camino y se sentó en su cama, al lado de la de Bill. El moreno le miro de perfil.

—Si trabajas… si trabajas mucho, no piensas.

Bill se encogió de hombros. Pensaba que había quedado claro. —¿Y así no tienes que pensar en mí?

El menor se tenso y sus ojos viajaron hasta la puerta. Tom noto su mirada.

—Ellos están jugando.

—¿jugando?

—Sí. Un juego de verdad o reto.

—¿y qué mierda es esa?

Tom torció los ojos. —¿vamos a hablar de ellos?

Bill arrugó la frente. —No veo de que otra cosa podamos hablar.— Tom respiró entrecortado. —Y sí, tenías razón. Así no tengo que pensar en ti.

—¿Por qué?— respondió Tomas, tensando sus rodillas.

—Sabes por qué.

—Me gusta oírlo de ti.

Bill bufó. —Naturalmente de mí, Tomas. Soy el único consiente.

El mayor se tensó por el “Tomas” y el tono. Suspiró, recargándose en las palmas de las manos. —¿Qué vamos a hacer?

—No hay nada que hacer.— siseó el menor. —Joder. ¿No puedes olvidarlo?

—¿puedes tú olvidarlo?

Bill abrió su boca pero las palabras se le atragantaron. —Debo hacerlo.

—Idiota.— mascullo. El moreno frunció el seño.

—¿Por qué no lo entiendes?

—No soy yo el que tengo que entender.

—¡joder, la tienes a ella!

La voz de Bill resonó en todo el tourbus. Tom se tenso, Bill se levanto de golpe y apretó sus puños. Quería golpear a su hermano. —¿Por qué insistes en hacerme la vida imposible?

Tom apretó la mandíbula y se levanto. Ambos se miraron fijamente. El aire que exhalaban era caliente, y Bill noto la cercanía. Se tenso y dio un paso hacia atrás. El vehículo dio un brinco. —Vete. Esto es jodido. Es jodido para ambos.

—¿Por qué no te haces a la idea?

Bill lo miro fijo. Su cuerpo temblaba. —¿Por qué no lo intentas? ¿Por qué simplemente… crees en mí?

—Yo…

—¿Por qué no crees en mi?

El moreno quería decir que si creía en él.

—Bill, si tu… si estuvieses conmigo… te juro, te juro por todo esto que siento… no habría nadie… nadie más.

El vocalista se mordió el labio y giro en sus talones. Tom apreso su antebrazo.

—¡ella y yo terminamos hace un mes!

Bill se congelo, sus ojos se abrieron tan desmesuradamente, que se quedo sin aliento. El vocalista tiro de su brazo, zafándose del agarre. —Tom…

Y si Bill no hubiese estado tan abrumado por esa noticia, hubiese visto el pote de basura en el suelo, y no hubiese tropezado con él.

.

Pero cuando el moreno abrió sus ojos. Estaba en la sala de un hospital.

—Auch. Auch.— Se quejó Bill, frotándose la frente. La cabeza le dolía. El hombre mayor entro en la habitación y lo miro fijamente. Era un hombre bata blanca, con hombros cargados y expresión amable. Sus ojos eran de color azul cenizo y su piel totalmente blanca. Bill pensó que era polaco.

—A ver, a ver ¿Qué tenemos aquí?

Bill suspiro y bajo las manos, el hombro toco su frente. —¿Qué te paso?

—Me caí.— dijo el moreno. —Con un bote de basura.— admitió avergonzado. Una pequeña sonrisa se instalo en el hombre mayor.

—Bueno, eso a veces pasa.

—¿a veces?

El hombre asintió. —No con tanta frecuencia… pero si.— Bill suspiro. —Mira aquí.

El vocalista siguió con sus ojos la luz de la linterna. —¿Qué tengo?

—No es nada grave.— dijo. —Solo una pequeña contusión. Lo que si te a quedar es una bolsa sanguínea.

—¿y eso que es?— exclamo Bill asustado. El hombre rio y guardo su linterna en el bolsillo sobre su pecho.

—Un chichón.

—Ah.— Bill se sintió ligeramente ignorante. —¿y porque vomite?

—¿vomitaste?

—Sip, de camino a aquí.

—Bueno, creo que eso se debió a algo que comiste.

Bill recordó los duraznos y prometió vengarse. —vale, entonces ¿me puedo ir?

—Sí.

—Gracias.

Bill se bajo de la camilla y apretó la mano de aquel hombre. —Y ten cuidado, no todos tienen tanta suerte.

El moreno sonrió forzado y salió de la habitación. En la sala de espera estaban sus compañeros, Bill levanto una ceja y camino a paso lento. Odiaba los hospitales, el olor a muerte y medicina. Las paredes de adobe. Bill no sabía cómo conocía el olor a muerte. Pero lo sentía y lo odiaba.

—¿estás bien?— Tom fue el primero en llegar a él, llevando sus manos hasta los codos el menor. Bill asintió nervioso. Tom suspiro y lo jalo, abrazándolo posesivamente.

—To.. Tomi.— susurro. Pero Tom lo apretaba con fuerza y el menor tuvo que ceder. Correspondiéndole con toda su alma. Después de todo, ese abrazo era natural, nadie iba a sospechar de esos sentimientos encontrados y escondidos. Bill ocultó su rostro en el cuello de su hermano y se quedo allí, escuchando sus latidos, que eran fuertes.

—Cof, cof, cof.

Georg se aclaro la garganta. Ambos le ignoraron.

—Bueno, bueno, tanta efusiva me contagia, vente Gustav y dame un abrazo.

—No te daré un abrazo.

—Ah, bueno, si no me queda opción.— Georg meneo su cabeza y rodo sus brazos encima de los gemelos, apretándolos entre ellos mismo. Bill sintió su cadera chocar contra la de Tom y se sonrojo. El mayor agradeció internamente a su amigo. —Abrazo colectivo.

—La gente nos está mirando.— dijo Gustav.

—Venga ya, que esta es la primera vez que pasamos por aquí.

Bill levanto una ceja y miro por encima del hombro de Tom a Gustav. —¿Dónde estamos?

—Ni puta idea.— respondió el. —Cuando te caíste, buscamos el hospital más cercano y…

—Vaya.— Bill no se lo imagino.

—¿Qué te dijo el doctor?— pregunto Tom. Se había separado un poco y ahora veía fijamente a su gemelo. Bill se sonrojo.

—Una bolsa sanguínea.

—¡qué es eso!— exclamaron los tres. Bill suspiro y se alegro de la ignorancia colectiva.

—Un chichón.

Suspiro colectivo. Tom volvió a abrazar a Bill. Y el moreno pasó sus brazos por sus hombros. Georg ya se había separado.

—¿y ahora estamos retrasados?

Justo David Jost apareció. Bill le sonrió levemente. Y el aludido los vio interrogante.

—Tom, no creo que alguien te vaya a quitar a Bill.

El mayor lo ignoro, no lo soltó. Bill le dio unas palmaditas en sus hombros.

—He reservado dos habitaciones en una posada por aquí.

—¿y eso?— pregunto Georg.

—Bill aun esta débil.— dijo Gustav. El manager asintió. —Venga, después de esa caída, no creo que sea recomendable que vaya en tourbus.

Todos asintieron. —¿y qué tal es?

—Bueno…— dijo David. —estamos en un pueblo en medio de la nada.

—¿Cómo se llama?

David trato de recordar el nombre pero no pudo. —el chofer nos lo dirá.

—Vamos.

Continúa…

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