Estrella fugaz 6

«Estrella fugaz» Fic de lyra

Capítulo 6. La cruel realidad

Aparcó el coche delante de la casa y se volvió para observarle dormir. Sonrió al ver como su cara reflejaba una gran paz. Levantó una mano y le acarició la mejilla con suavidad, logrando arrancarle una débil sonrisa.

Despierta…..—susurró Ian rozando sus labios con los dedos.

Bill se revolvió en el asiento sin dejar de sonreír. Se giró y abrió los ojos lentamente hasta que consiguió enfocar la vista y mirarle fijamente.

No quiero despertar—murmuró en un bostezo.

Ian arrugó la frente. Sabía a lo que se refería, y eso le hizo mucho daño. No debió haber quedado con él esa noche, no debió permitirle dejar que le hiciera el amor. Le iba a hacer mucho daño en cuanto descubriera la verdad, su secreto, porque sabía que tarde o temprano lo iba a averiguar.

¿Ocurre algo?—preguntó Bill borrando la sonrisa.

Había visto el gesto de dolor que había puesto. Miró sus ojos y creyó ver en ellos en arrepentimiento.

Ian, ¿que ocurre?—susurró Bill son miedo.

Nada, que ya es tarde—contestó Ian bajando la mano—Mañana tengo que hacer mucho trabajo, mejor nos despedimos ya.

¿Te veré mañana?—preguntó Bill esperanzado—Cuando termines…

Me temo que no va a poder ser. Tengo el día entero ocupado—contestó Ian resoplando.

¿Y por la noche?—insistió Bill.

Ian se pasó una mano por la frente. Estaba pasando como la última vez. Le suplicaba verle a todas horas, y él sabía que no podía ser. No sabía como hacérselo comprender sin hacerle más daño del que le iba a hacer.

Bill, por favor, no insistas. Ya sabes como son las cosas….

Ya no soy ningún niño—cortó Bill con firmeza—Dentro de unos meses cumpliré los 18, entonces podremos dejar de escondernos. Nadie te culpará de pervertirme, ni nada parecido.

¿Es eso lo que quieres? ¿Arruinar tu carrera por un rollo de una noche?—preguntó con cansancio Ian.

Para mí es algo más que un simple rollo, es amor. Y si para estar contigo tengo que mandar a la mierda el grupo, lo haré—dijo Bill rompiendo a sollozar.

Se giró para que no le viera, volvió la cara y se cubrió los ojos con una mano. Sollozó contra ella, notando que no trataba de consolarle, que se quedaba a su lado sin hacer nada para evitar que dejase de llorar.

El grupo depende de ti, no le puedes hacer eso a tus amigos, ni a tu propio hermano—dijo Ian suspirando—Jamás te lo perdonaría, ni mucho menos lo entendería.

¿Lo qué?—dijo Bill volviéndose—¿Crees que nunca aceptaría que soy gay? En eso te equivocas. Tom me quiere mucho, tal y como soy. Me lo ha demostrado.

Se mordió los labios al darse cuenta de que había hablado demasiado. Se estaba refiriendo a esa noche en la que sus labios se fundieron en un gran beso a la luz de la luna, la noche en la que descubrió que la única persona capaz de conquistar su corazón había estado a su lado todo el tiempo, mientras que él la buscaba y creyó encontrarla en la persona que en esos mismos momentos estaba a su lado sin hacer nada para darle consuelo.

Mejor me voy ya, estoy cansado y no sé lo que digo—dijo Bill limpiándose la cara.

Ian vio aliviado como salía del coche y no hizo nada para impedirlo. Le vio rodearlo y parase a su lado. Bajó la ventanilla y se le quedó mirando, esperando a que le dijera algo o le insultase, porque en esos momentos se merecía todo su rencor, su odio más profundo.

¿Qué ha sido lo de esta noche?—preguntó Bill en un susurro—Si ya sabías que iba a ser como antes, ¿por qué me invitaste a entrar en tu vida de nuevo?

Bill, lo siento mucho—contestó Ian suspirando—Esto jamás debió suceder. Te echaba de menos, te vi esta tarde y algo en mi deseó tenerte en mis brazos de nuevo. No debí hacerlo, te he vuelto a hacer daño.

Si te vas a quedar en la discográfica nos veremos muy a menudo—apuntó Bill con dolor—No te acerques más a mí, deja de hacerme sufrir.

Se alejó del coche lo más rápido que pudo. Entró en el apartamento sin volver la vista. Era mejor así, dejarle y no volver atrás la mirada, no fuera que en último momento se arrepintiera y volviera a sus brazos de nuevo.

Subió corriendo hacia su habitación y se encerró en ella para dar rienda suelta a su dolor. Rompió a llorar de nuevo, como aquella lejana vez en la que su corazón se partió en dos sin remedio…

.

Tom se alejó de la ventana desde la cual había sido testigo de su despedida. No sabía porque se acercó a ella. Escuchó que un coche paraba en la acera y guiado por un impulso se levantó y miró por ella.

Le vio salir del coche tras unos minutos. Se imaginó que se estaría despidiendo de él con un beso, que estarían quedando para verse e nuevo. Luego echó a correr hacia la casa y el se apartó de la ventana.

Se volvió a la cama, de la que no debió de levantarse. Se tumbó en ella y cerró los ojos fuertemente. Pero un sonido llegó hasta sus oídos y le hizo abrirlos de nuevo. Sabía que eran los lamentos de Bill. Sabía que está llorando sin consuelo. Sabía que solo había una razón para ello…

Se levantó de nuevo y salió al pasillo. Caminó despacio y llegó hasta su puerta, pero no se atrevió a llamar. Quería estar a su lado para darle ese consuelo, pero algo en su interior se lo impedía. Algo muy grande llamado celos.

Esa misma tarde le echó dos veces de la habitación, y tenía miedo de que lo volviera a hacer una tercera vez. Y si lloraba porque le habían vuelto a hacer daño, él no podía hacer otra cosa que escuchar sus lamentos. No quería volver a consolarle para que le hiciera daño de nuevo la próxima vez que no le escuchase cuando le dijera que si volvía con Ian lloraría de nuevo.

Así que se quedó fuera escuchando, poniendo una mano en la puerta, sintiendo a través de la su tristeza. Pasados unos minutos le escuchó entrar en el baño, señal de que el llanto ya había pasado. Se despegó de la puerta y regresó a su habitación.

Volvió a la ventana y miró al cielo estrellado. Buscó con la mirada a la luna, la misma que le separó de Bill en un momento mágico. La vio brillar en el cielo en todo su esplendor. La maldijo por lo bajo. Si esa noche no hubiera aparecido, en ese momento Bill estaría en sus brazos…

&

La luna dio paso al sol, y amaneció un día soleado. Tom se giró en la cama para ver mejor ese rayo de luz que le había despertado. Agradeció que hubiera salido ya, no podía dejar de cerrar los ojos y ver a Bill roto del dolor en sus sueños.

Suspiró y decidió levantarse. No sabía que iban a hacer ese día. Tantas ganas de tener unas vacaciones y el primer día ya se las habían estropeado. Pasaría el resto de la semana viendo a Bill consumirse del dolor sin poder hacer nada, sin querer hacer nada.

Porque ya no era asunto suyo con quien se acostara. Se lo dejó bien claro el día anterior. Estaría con Ian a pesar del dolor. Sufriría después de estar con él y no le importaría. Lo volvería a hacer las veces que hicieran falta solo para sentirse querido unos minutos, sin darse cuenta que con él lo sería el resto de sus vidas.

Porque él nunca le abandonaría. Le estrecharía con fuerza en sus brazos y jamás le soltaría…

.

Bajó a desayunar tras una buena ducha fría, que le despejó la mente y le congeló el corazón para que no sintiera más su dolor. Respiró aliviado al ver que Bill no había bajado.

¿Qué tal tu pie? —le preguntó a Gustav en cuanto le vio.

Mejor, unos días más de reposo y volveremos al trabajo—contestó Gustav sonriendo.

Sí, ya lo estoy deseando—murmuró Tom desganado.

Se sentó a su lado mientras removía su tazón de cereales. Se le quedó mirando fijamente hasta que Gustav le tocó el hombro y le pasó la leche.

Estás dormido, será mejor que descanses estos días para volver a los escenarios con más energía—dijo Gustav con una gran sonrisa.

Tom le agradeció con un gruñido que le hubiera recordado echar la leche y comenzó a desayunar sin ganas, hasta que por la puerta de la cocina apareció su otra mitad en su mismo estado. Pálido, con los ojos hinchados escondidos tras las oscuras gafas, con el pelo lacio sin vida pegado a su cara.

Otro que también necesita un descanso—dijo Gustav al ver su estado.

Tom le miró con atención, viendo como se movía con lentitud y preparaba un desayuno que sabía que no iba a probar. Se sentó enfrente de él sin decir nada y miró su tostada como si esperara que le dijera algo.

Gustav terminó su desayuno y decidió dejarles a solas. Más que nada porque el estado de los gemelos deprimía a quien estuviera cerca.

Pasados unos incómodos minutos Tom no lo resistió más y tuvo que preguntar.

¿Qué tal anoche?—preguntó entre dientes.

Bill alzó la cabeza de golpe y le miró con una expresión de enfado en el rostro.

¿Por qué lo preguntas?—preguntó muy seco.

Por nada en particular—murmuró Tom encogiéndose de hombros—Pensé que tras volver a verle estarías hoy más alegre, y no asi…..

¿Así? ¿Cómo?—quiso saber Bill.

Pero Tom no le contestó. Sabía que le estaba provocando, para que le volviera a decir que ese tal Ian no le convenía, para volver a caer en la discusión de que él nunca ocuparía ese sagrado lugar.

Se levantó de la mesa y le dejó desayunar en soledad. Se dirigió al salón y se tumbó en el sofá a decidir hasta cuando iba a permitir que le hiciera daño, que usara esas crueles palabras contra él cuando solo trataba de hacerle ver que todo lo hacía por su bien.

Gruñó cuando el móvil le comenzó a vibrar en el bolsillo. Lo sacó sin abrir los ojos y contestó de mala gana a quien le estuviera interrumpiendo tan temprano esa mañana.

¡¿Qué?!—gritó.

Tom, no hace falta que te pongas así, siento haberte despertado—dijo una voz ofendida al otro lado.

¡Mamá!—murmuró Tom levantándose—Perdona, no vi quien era.

Ya me he fijado—dijo Simone suspirando—¿Está por ahí Bill? Le llamo al móvil y no me lo coge.

Está en la cocina. Espera, que te lo paso—dijo Tom resoplando.

Caminó hacia ella sin ganas, entró y vio que Bill seguía tal y como le había dejado, mirando al frente, como si en la pared de la cocina fuera a encontrara las respuestas que andaba buscando.

Le tendió el móvil sin decir nada y regresó al salón para continuar descansando en el sofá. Cerró los ojos de nuevo y escuchó el rumor de la conversación. No entendía las palabras, pero si el tono de la voz de Bill. Estaba preocupado por algo, y pensó que tal vez le estaba contando a su madre algo. Nunca se lo había preguntado, si a ella le había dicho alguna vez algo. Tal vez le estaba dando el consuelo que él le había negado. Movido por unos absurdos celos.

Escuchó que se cortaba la comunicación y a los pocos minutos Bill le tocó el hombro con la mano.

Me tienes que hacer un favor—dijo Bill cuando abrió los ojos.

Se le quedó mirando preguntándose a que tipo de favor se estaba refiriendo.

Por lo visto he perdido el móvil, y creo saber donde puede estar—explicó Bill agachando la mirada.

No quería que viera en sus ojos la vergüenza asomándose a ellos. Sabía que había perdido el móvil en el despacho de David, en mitad de su acto de amor.

¿Quieres que te lleve a algún lado?—preguntó Tom sin ganas.

Gustav no puede conducir, Georg está en casa de sus padres y yo no sé. ¿Me puedes llevar, o tengo que llamar a un taxi?—dijo Bill en tono cansado.

Tom se levantó con pereza del sofá y le cogió el móvil de la mano. Señaló la puerta de la calle asintiendo con la cabeza y los dos se pusieron en marcha.

.

Estaba de nuevo en el parking. Entró siguiendo a Tom en el ascensor sin poder evitar recordar lo que sucedió la noche anterior. Llegaron al piso donde se encontraban los despachos y recorrieron el pasillo en silencio. Llamaron a la puerta del de David y entraron cuando les dan permiso.

¿Ocurre algo?—preguntó David mirándoles sorprendido.

Creo que ayer se me cayó el móvil, por la tarde—explicó Bill sonrojándose.

Entonces es tuyo—dijo David sacando un móvil de un cajón—Lo encontré esta mañana debajo de mi mesa.

Vaya, que cosas—tartamudeó Bill cogiéndolo.

Le dio las gracias y salieron para dejarle continuar con su trabajo. Camino del ascensor se encontraron con una mujer que llevaba a una niña de unos 12 años de la mano, que nada más verles soltó un pequeño grito de alegría.

¡Mami! Son ellos—dijo la niña señalándolos.

Los gemelos sonrieron al ver su reacción, como se soltaba de la madre y corría en su dirección. La recibieron con los brazos abiertos, dejando que les abrazase y les diera un beso en la mejilla. Cogieron la libreta que llevaba de la mano y dejaron sus firmas en ellas, prometiéndole mandarle una foto de todo el grupo dedicada solo para ella.

La madre sonrió agradecida a los muchachos.

Desde que su padre trabaja aquí, su sueño era conoceros en persona. Muchas gracias por lo que habéis hecho.

De nada. El verla tan feliz es nuestra mayor recompensa—dijo Bill sonriendo.

Tom le imitó, viendo que lo decía de todo corazón. El ver el cariño que la gente le demostraba que era el mejor consuelo que le podían dar en esos momentos.

El timbre del ascensor sonó, señal que alguien iba a salir en ese piso. Bill se giró por inercia para ver quien era, y la sonrisa murió en sus labios cuando le volvió a ver. No se acordaba de que le dijo que estaría trabajando todo el día, no pensó que estaría allí en la discográfica.

Pero antes de que pudiera decir algo, ya había alguien que se le había adelantado.

¡Papi! Mira lo que he conseguido.

Sintió que el alma se le caía a los pies cuando vio a la niña correr hacia Ian, quien la tomó en sus brazos y la levantó sonriendo abrazándola mientras le miraba fijamente, para ver con sus propios ojos como su corazón se rompía de nuevo en mil pedazos… esa vez para siempre…

Continuará…

Y ahí salió su mayor secreto a la luz, un zas en toda la cara.

por lyra

Escritora del Fandom

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!