
Fic Toll de Nathaly Kaulitz
Capítulo 8
Habían pasado dos meses y el mayor no dejaba solo a Bill, estaba muy al pendiente de el, no lo quería dejar ir a la escuela pero el menor le decía que no le pasaría nada, que todo estaría bien, lo malo de esto es que tenía mareos constantes y las sombras tenían que ayudarlo, le informaban a su amo y este se alteraba.
Su abdomen no crecía como el quería, le daba temor que le pasara algo a su bebé o que no estuviera comiendo como el realmente quería, pero el mayor le dijo que un bebé demonio si era fuerte tardaría un año o dos en crecer, Bill se asustó, eso no es lo que esperaba pero mientras su hijo este bien, él era feliz.
El mayor le decía que dejaran esa casa, que vivirían en el departamento que el tenia, que podrían vivir juntos y que solo tenía que aceptar para mudarse de esa casa.
Bill acepto, no le gustaba estar en esa casa, solo los recuerdo de cuando veía a su padre llegar tarde y solo verlo, cuando se subía a su habitación y se encerraba en ella, esos recuerdos dolorosos no le gustaban.
Quería empezar de nuevo junto a sus verdaderos amores, cuando Tom escucho que el muchacho quería irse a vivir con él, se levantó de la cama dispuesto a guardar las cosas en cajas.
Pasaron tres días y el camión de mudanza los esperaba afuera, el chico no podía caminar sin tambalearse, había perdido peso por el embarazo pero el decía que estaba bien, pero no era verdad, se sentía cada vez más débil.
— Estoy bien… En serio.— Dijo tratando de relajar a su novio, lo había ayudado a subir al auto.
— Espera aquí… Iré a darle la dirección del departamento, comete esa dónut — Dijo Tom apuntando la comida, tenía antojos y cuando el quería algo, Tom desaparecía y cuando regresaba le traía cajas y cajas de lo que había pedido.
Vio cómo su novio besaba su frente y cerraba la puerta, le dio un mordisco a esa dónut, se acomodó mejor en su asiento, tenía que usar gafas de sol porque sus ojos se volvían oscuros y las personas podían verlos.
Por accidente mientras caminaban de regreso a casa, se encontraron a unas señoras y señores que iban de regreso a sus hogares, los ojos de Bill cambiaron y les había sonreído pero no con maldad, sino para saludarlos, todos se asustaron, más una señora que hecho el grito y se desmayó, cuando vieron que la pobre mujer estaba tirada en el suelo todos trataron de ayudarla.
Esa fue la oportunidad que tomo Tom y se desvaneció con su novio en el aire, cuando la gente volteo para ver donde estaban esas personas tan extrañas, ya no vieron nada, se habían espantado más.
El mayor se adentró al auto, primero avanzaron ellos y después el camión de mudanzas, en el camino veía cosas, sombras arriba de las personas, el aura de la gente era de colores y unas eran oscuras, preguntándose que habían hecho para tenerla así.
— Muchas personas engañan, cometen adulterio o peores cosas, cada vez su alma se ensucia más — comento. — Pero la tuya no, la tuya es tan blanca, siempre me llamaste la atención.
— ¿Desde cuándo me conoces?.— Pregunto Bill curioso.
— Desde que estuviste dentro de tu madre.
— Nunca conocí a mi madre.— Susurro.
— Tu alma fue muy pura desde que estabas dentro de ella, las almas reencarne en otras, algunas quedan con sus pasados manchados, otras se limpian.
— ¿Reencarne? — Pregunto.
— No, la tuya es una alma nueva — veía a todas partes para poder cruzar la calle. — Tu madre era débil, mientras te desarrollabas dentro de su vientre, la debilitabas, eras muy puro que tenía que elegir entre darte vida o dejarte morir.
— Se sacrificó…
La voz de Bill empezaba a quebrarse, su padre nunca hablo de ella, nunca lo conoció hasta que tuvo que meterse al cuarto de su padre, las fotos estaban escondidas y la pudo apreciar, era tan bella y pequeña, era igual que él, en las fotos veía el amor que le tenía su padre a ella.
— Nunca me dijeron su nombre — vio como Tom tocaba su pierna y la acariciaba mientras le sonreía.
— Se llamaba… Simone.
Las lágrimas del menor salieron, llenando su cara brillosa, ese nombre lo había escuchado en sus sueños, en las noches esperaba que una mujer que llamara «Mamá», tenerla como a sus compañeros, cuando iban a las juntas o venían por ellos, la esperaba en las noches para que le contara una historia o darle un beso antes de dormir.
Solo recordaba que alguien le decía que todo estaría bien, que él estaría con el hasta que se durmiera.
— Eras… tú — Susurro con lágrimas en los ojos.
— Siempre estuve ahí, me llamabas papá pero con el paso del tiempo ya no pude contener esos sentimientos, pensando que eran paternos pero no, era amor lo que sentía.
— Y-yo también… Te amo.— Dijo sorprendiendo al mayor.
— Tenemos que llegar a mi departamento — Dijo acelerando, quería hacerle el amor a su niño y quería hacerlo ya, no le importaba dejar a los de la mudanza afuera, mientras él le hacia el amor.
Llegaron al edificio que era el departamento del mayor, en el último piso estaba su departamento, era enorme el edificio, Bill tuvo que sostenerse para no caer, le gustaba como era.
Bajo del auto y le ordeno a Bill que no bajara hasta que él lo ayudara, el menor asintió con una sonrisa, sabía que los cuidaba a ambos, le abrió la puerta y lo ayudo a bajar, pero cuando toco el suelo, solo di un paso y de inmediato ya lo estaban cargando.
— Estás más ligero — Comento Tom, beso sus labios.
— ¿Eso es bueno? — Pregunto.
— No lo sé.
Les dijo a los de la mudanza que en el penúltimo piso estaba el departamento, solo les dijo que dejaran las cosas, los dejo y se adentraron al departamento, que aunque estuvieron en el elevador no lo bajo.
— ¿Crees que algún día pueda caminar por mi cuenta?
— Creo que no.
Lo llevo a la habitación y lo acostó, Bill se sentó en la cama recargándose en el montón de almohadas, se acomodó mejor y vio cuando su novio salía de la habitación, encendió el televisor que era muy grande y empezó a cambiar canal por canal hasta encontrar las series que el veía, solo escuchaba los ruidos del otro lado de la puerta.
Sin darse cuenta se había quedado dormido viendo a sus detectives favoritos, el ruido de la puerta lo había despertado pero cuando trato de ver, solo veía sombras pasar por todas partes de la habitación, se froto los ojos y escuchaba los susurros de todas las sombras, escuchaba lo que decían, eso antes no le había pasado, solo escuchaba los murmullos pero con los ecos no entendía.
— ¿Dormiste bien? — Pregunto, trono sus dedos y las sombras se desvanecían.
— Si… — Le sonrió, vio que Tom le traía comida.
— Come, te hará bien — le puso en sus piernas la bandeja de comida, no lo pensó cuando lo devoro todo pero al hambre seguía ahí.
— ¿No hay más? — Pregunto.
— Creo que no necesitas comida normal — comento. — El bebé tiene hambre.
— ¿Q-que le debo dar?
— Lo mismo con lo que me alimento — Se levantó de la cama. — Almas.
— ¿P-pero…?
— Si no le das de comer, él te consumirá — Se sentó en la cama más cerca de él.— Por favor, hazlo por mí, por nuestro bebé.
— P-pero… No serán personas buenas ¿V-verdad?
— No, serán prisioneros.
El pequeño asintió, tomo la mano de su novio y lo levanto de la cama cargándolo después, se miraron a los ojos mientras caminaban y desaparecían en el aire, cuando dejaron de verse ya estaban a las afueras de la prisión, no soltaban sus manos.
— E-espera — se asustó por las cámaras de seguridad. — Hay cámaras.
— No nos ven, solo aparecerán sombras — Trato de relajarlo acariciando su mano.
Siguieron caminando, pasaban al lado de los alguaciles que paseaban para ver que todo estuviera controlado, pero ni los vio, Bill se sorprendió cuando paso a un lado de ellos, siguieron su camino a la peor parte de la cárcel.
Llegaron pasaron entre las rejas, el preso estaba dormido, Tom chasqueo los dedos y lo aventó a la pared, el hombre se asustó por el golpe y después el dolor.
— Mierda… — Se quejaba. — ¿Quién carajos son ustedes? ¿Cómo entraron aquí?
— Te ayude mi niño — le hablo a Bill, chasqueo los dedos y el hombre cayó al suelo inconsciente, el mayor no soltó la mano del menor, lo acerco al cuerpo de ese hombre. — Primero debes poner tu mano aquí la acerco al pecho de ese hombre pero sin tocarlo, estirando sus dedos. — Di después de mí — dijo y menor asintió, el mayor le dijo que pusiera su otra mano en su vientre, donde estaba el bebé.
— «Pasce daemon, cibum corruptum recepto robore animi tui exaruit — Dijeron en unisón.
El alma de ese hombre salió de él, era brillosa y paso por la mano de Bill, que recorría en su brazo para llegar al otro e introducirse por su estómago que brillo y después desapareció cuando entro.
— ¿Cómo te sientes?.— Pregunto.
— Hambriento…
— Para que nazca más rápido nuestro hijo, debe comer mucho — lo tomo de su mano. — Vamos…
Continúa…
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